Era el más hermoso de los seres creados, la joya de la creación, la expresión de cualidades del Hacedor a través de un ser vivo.
Poseía diversos brazos, y siete bocas, un rostro angelical que podría incluso dejar inmuto al mismo Narciso. Podía entonar una armonía con todas sus voces a coro, mientras ejecutaba un instrumento distinto con cada uno de sus miembros; y cuando cantaba se estremecían los cielos.
Las melodías viajaban por el éter y quienes las escuchaban sentían que la eternidad se abría delante de ellos, pareciera que podían tocar lo eterno y comprender lo incomprensible.
Cada vez que Lucifer subía al monte del testimonio, millones de seres hacían silencio para oír cantar las melodías que subían como incienso hacia el Creador.
Hasta que un día este ser de luz creyó ser mejor que los demás seres, mirando con menosprecio y desdén a quienes no habían sido dotados de sus habilidades. La soberbia había comenzado a invadir su interior.
Cada vez que subía al monte del testimonio, comenzaba a pensar que quienes lo escuchaban debían ofrecerle un respeto mayor, que quien era digno de ser admirado era él mismo. Estos pareceres reflexionaba, y recorría una y otra vez, cuando contemplaba los planetas que le fueron permitido construir y ordenar, cuando admiraba las estrellas de sus constelaciones.
Hasta que un día decidió transmitir esas ideas a un círculo de seguidores, buscando algún argumento que desacreditara al creador, profiriendo insultos y blasfemias indecibles, las cuales sus súbditos comenzaron a repetir, y por las cuales aún hasta el día de hoy se encuentran encerrados en calabozos de eterna oscuridad, en espacios insondables.
Aseguró ser el verdadero hijo del creador, despojado de sus honores por su hermano Cristo, y comenzó a apuntar hacia el trono del cielo asegurando haber encontrado maldad allí.
A medida que iba avanzando en la incipiente revolución, su cara se fue tornando cada vez mas oscura, y sus melodías cada vez mas tenebrosas; su sed de poder era maquillado a diario a través de las mentiras más inicuas y exorbitantes.
Hasta que llegó el día crucial, el día de la fatal batalla cósmica.
Miles de millones de ángeles, un tercio de los seres creados, comandados por un Lucifer sin luz, corrieron armados al monte del testimonio de manera sorpresiva, dispuestos a derrocar al creador, cegados por las mentiras del ahora dragón.
En un momento, el tiempo eternal quedó congelado, y se sintió una voz de congoja. Era el Creador con el corazón dolido por tamaña escena, ¿cómo pudo transformarse en tan terrible aberración aquel ser creado como una joya preciosa de la eternidad?
Aparecieron en el horizonte del monte el ángel Miguel con los Generales del Hacedor, sosteniendo firmemente poderosas espadas, y con ojos entristecidos dieron el grito de guerra.
Aquel día se encuentra guardado como un hito en la eternidad, en el que fueron echados del primer cielo el dragón, antes llamado Lucifer, y sus seguidores.
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