Los últimos acontecimientos que involucran al agente secreto D'Alessio, haciendo la changa de cobrar coimas a distintos empresarios en nombre del Fiscal Stornelli, para hacerlos zafar de la causa de los cuadernos, ha tomado dimensiones institucionales.
Y este escándalo se debe a que nadie comprende que en tiempos de crisis económica, con una inflación escalofriante, se hace difícil llevar el mago a la casa; el agente secreto también es víctima de estos avatares de la pérdida del poder adquisitivo, nadie comprende que es un laburante más.
Pero estas vicisitudes nadie las advierte, el hombre estaba haciendo una changa extra.
Lamentablemente, el chisme se ha transformado en un bien valioso, ya que nuestros servicios de inteligencia es lo único que manejan, además de las escuchas. Están conformados por hombres que a la hora de robar información -en la era de los hackers-, roban discos rígidos para "sacar" lo que hay adentro. Mucho más sencillo que entrar en una oficina y romper aparatos, llenando de pelos, pasos y huellas digitales el lugar, es recolectar datos externos desde un cibercafé, como hacen los chicos de doce años que juegan aprendiendo el oficio.
Pero para los avezados agentes con los que contamos, que sólo saben usar su celular para usar whatsapp, o telegram en los casos más avanzados, lo que cualquier adolescente haría lo denominan una 'operación de alto nivel', para lo que se necesitan más fondos y más gente.
Los servicios de inteligencia son tan precarios que allanando la casa de un agente alcanza para encontrar carpetas. Es como el vendedor de merca que usa su casa de depósito.
Nadie le explicó a los agentes criollos que para entrar al servicio debían tener resueltos sus complejos de inferioridad, y no utilizar al mismo como catapulta al estrellato para competir con el hollywoodense James Bond, Jaimito Bondiola en la versión argenta.
Pero así se maneja el país, de tal manera que el jefe del chusmerío nacional es un amigo del presidente, Gustavo Arribas, un escribano especializado en el negocio futbolero, presuntamente con alta capacidad en el manejo de secretos de estado, antes que en el regateo de precios, y el armado de correos electrónicos truchos para abrir cuentas en panamá.
Lo más preocupante de los servicios de inteligencia argentinos es el siguiente detalle: los agentes que investigan al narcotráfico se papean -consumen-, los que investigan la red de trata son clientes, y quien está a cargo del circo se encuentra 'presuntamente' implicado en una red de coimas -Odebrecht-.
A estas alturas del asunto deberían renombrar a la Agencia Federal de Inteligencia como Agencia Federal de Incompetentes, que le cuesta al Estado, es decir a nosotros, unos $7.000 millones por año. Qué más decir, que la quiten y que vuelva Fútbol Para Todos.
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