Las autocríticas normalmente se realizan ante un fracaso, y pocas veces durante un proceso.
Una vez, durante una clase de Derecho Internacional Público (2010), un profesor llamado Bruno Tondini estaba tratando el tema de corrupción internacional. Y durante el desarrollo del tema hizo una pausa, y dijo lo siguiente:
"Cuando se infringe una norma legal, hay posibilidades de sanción. Cuando se infringen las normas morales, no hay sanciones; el programa de Tinelli hace eso, está rompiendo normas morales..."
Más allá del curioso comentario, mirando en perspectiva, el mismo no responde a ningún puritanismo superficial, sino a una sencilla observación desde el sentido común.
Y esta sencilla observación es que se naturalizó a la mujer como un objeto de placer, y no como una persona con derechos merecedora de respeto y dignidad.
Era desagradable que se llevasen niños al programa, buscando naturalizar un concepto peligroso e incluso destructivo para las generaciones que fueron creciendo con tal espectáculo.
Este concepto inculcado por el magnate del entretenimiento, de ver a la mujer como una 'cosa' de placer, tiene consecuencias totalmente perniciosas.
Así como hay personas que al ver un objeto quieren utilizarlo, o se enojan cuando su celular no responde a las órdenes que se le imparten, la cosificación de la mujer aplanó los pocos frenos inhibitorios de algunas personalidades psicopáticas, obligando a muchachas desconocidas -vistas como objetos- a brindarles placer a través de la violación, u obligándolas a 'obedecer' a través de la violencia física.
No se toma dimensión del poder de las ideas, por la causalidad que no siempre es manifiesta, ni tampoco unívoca.
El problema es que se han destruido de a poco las bases morales de la cultura popular, naturalizando cuestiones básicas como el robo, la estafa, o en este caso, la cosificación del otro, catalogando como una 'cosa' de placer a una persona con derechos y dignidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario